Pleasure Shelter: Cuéntase...

jueves, 17 de mayo de 2012

Cuéntase...


Cuéntase, que había en un tiempo no muy lejano, en una ciudad cercana a Ardea, un Amo que siempre iba acompañado de su bella y tímida esclava. Éste era un importante mercader de la zona, y viajaba por numerosas poblaciones atendiendo sus muchos negocios.

Era codiciado por la calidad de sus mercancías y por el trato afable hacia todos aquellos que se acercaban a comerciar, aunque bien era sabido también, que no atendía a razones si  vislumbraba la más mínima señal de argucia, retirando de inmediato su mercancía de las manos del embaucador.

Conocido por todos era la admiración de esa fiel esclava, que atenta siempre a su Dueño se mostraba cuando estaba en su presencia, sirviéndole callada a cualquier menester que éste necesitara, desde sus necesidades más básicas como el alimento o el vestir o la recaudación del negocio, que celosa velaba.

Al despuntar el alba, Amo y esclava se dirigían prestos a su nuevo destino, tras colocar en su vieja pero lucida carreta los hermosos materiales que procuraban su sustento. Llegado al pueblo, el avispado Amo situaba en buen lugar su mercancía, dejando junto a ella a su esclava mientras recorría las reviradas callejuelas, en busca de posibles compradores.

Ésta debía procurar permanecer atenta a su Dueño y a aquellos objetos que quedaban a su cuidado. No disponía de permiso para distraerse con fruslerías ni atender otros asuntos, ya fueran personales o de cualquier índole. No le estaba tampoco permitido hablar ni prestar atención a otro que no fuera su Amo, bien se lo tenía recalcado el Amo y sabía que la desobediencia sería severamente castigada, pues aunque él siempre se preocupaba por sus cuidados y su bienestar, no dudaba un segundo en aplicar el más severo de los castigos, si cualquiera de los que permanecían a su servicio se atrevía a contrariarle.

Desde el inicio, cuando su Amo la adquirió tras el pago al jefe de la tribu legendaria Rutuli, en su poblado natal, la fue haciendo a sus costumbres, mostrándole cual era su cometido y el comportamiento que esperaba de su esclava, ya fuese en su morada o cuando saliera con él en sus quehaceres.

Hasta el momento, la esclava había comprobado que su Dueño era amable y bondadoso cuando ella era fiel a sus obligaciones, y por ello, nunca había osado desobedecerle en ninguno de los mandatos que él le hubiese indicado.

Pasaron así varios años, hasta que confiada ella en conocer las costumbres de aquel al que pertenecía, fue viviendo su esclavitud con mayor serenidad y encontrando en ello el placer de sentirse cuidada y valorada, como un gran tesoro en manos del Amo.

Mas he llegado a saber, que en tiempos recientes, esta fiel esclava, acompañando a su Amo en sus deberes, sintió la monotonía del trabajo en su cuerpo y tratando de evadir la congoja que este estado le causaba, en cuanto su Dueño la ubicaba en aquel lugar en el que debía permanecer atenta, dejaba volar libre su imaginación, cosa que en un principio no debía ocasionar perjuicio ninguno.

A la llegada de su Dueño, se mostraba dispuesta y cuidadosa como siempre lo había estado, cumpliendo así con aquello que era su responsabilidad, aunque en los últimos estadios, en contra a lo que venia siendo habitual, el camino hacia su humilde y confortable hogar era envuelto por un gran silencio, al que su Dueño no la tenía acostumbrada, pues siempre le contaba como habían ido las negociaciones en su cansada jornada.

La esclava extrañada asumía aquella nueva costumbre de su Amo, y cuanto más silencio le regalaba más ausente ella se mostraba en la espera de su regreso, hasta que llegado un día en que su fantasía la superó, dejando atrás el ensueño para ir más allá en su realidad.

Hasta el momento su Amo parecía no prestarle atención, y creyó poder disponer por ello de suficiente libertad para actuar según sus propios deseos.

Alejándose con cautela, la confiada esclava, se adentraba entre el bullicio de los comerciantes, perfectamente conocedora de las rutinas de su Dueño, de modo que a la hora de su regreso ella se personaba con rapidez en el lugar donde debía haber permanecido.

Mucho he oído hablar, de los muchos tormentos a los que fue sometida la descuidada esclava a la llegada a su morada. Sin aviso ni aparente motivo, el Amo usaba su cuerpo con violencia, la privaba de alimento o de calor, y la apartaba de su presencia.    

Así pasaron los días, y puedo asegurar que aquella esclava, fue sintiendo la firmeza del Amo, hasta que un día, estando ella con el cuerpo mancillado y dolorido por el trato de su Dueño la noche anterior, decidió quedarse en el lugar que debería ocupar, y lloraba amargamente por haber perdido todos aquellos beneficios que su Amo le concedía tiempos atrás.

En ese momento, vio acercarse a su Dueño y cesó discretamente su llanto recomponiéndose para mostrarse bella y complaciente, como siempre le había requerido que se mostrara en su presencia.

Lo miraba ella extrañada cuando el Amo le dijo: “¡oh bella esclava!, no llegas a comprender como mi alma sufre ante tu perdida, como mi corazón se rasga con cada uno de tus actos que preceden a nuestra vuelta. Háblame esclava, dile a tu Dueño que motivos te he dado para causarme tal tormento”.

Podéis pensar que ella ante tales palabras del Amo confesó aquello que tanto mal causaba, pero presa del pánico y creyendo que nada podía saber su Dueño, juró y perjuró no conocer el motivo de tal tormento.

Escuchadas sus palabras el Amo recriminó: “sierva mentirosa e indigna, osas no solo desobedecer las ordenes de Tu Dueño sino que juras no conocer los actos que me llevan a sentir este dolor intenso que acabará con mi respirar”

Ella escuchaba atenta, intentando mostrarse asombrada, mientras su Amo continuaba inquiriendo: “no te das cuenta, desagradecida esclava que todos y cada uno de tus actos son reflejo del Dueño al que te debes, que todo cuanto te concedo es debido a la adoración que creía procesabas por mí y que siempre acompañaban tus actos. Ahora debo buscar la manera de que comprendas la gravedad de tus actos y pagues por el tormento que causas en tu Amo”

Insistía una y otra vez, la traicionera esclava, en mostrar su indignación ante las que anunciaba como sorprendentes palabras, y tras recibir el permiso del Dueño para expresarse dijo con voz temblorosa “mi amado Amo, sus palabras me entristecen, pues nada más he procurado durante el tiempo que le sirvo que ser fiel a cuanto me ha enseñado, pues ser su sierva es mi mayor fortuna y mi único destino”

Todos cuantos estaban alrededor pudieron oír, y así me fue narrado, como la vara de avellano que siempre soportaba los pasos del Amo recayó sobre su acallada esclava, mientras le decía “deja ya las palabras estériles que nada de verdad contienen”

Una vez tras otra golpeaba a la esclava mientras ella suplicaba a todos los dioses que cesara el tormento al que su Amo le sometía de camino a casa, hasta que las lágrimas de sincero arrepentimiento asomaron sin descanso, mojando los pies del Amo que volvió a insitir: “muestra el deseo de resarcir a tu Dueño, pues ¿no sabes ya que tu Amo conoce cuanto ocurre en su ausencia?¿acaso no sabes que conozco a la perfección todo cuanto mi esclava comete?”

Fue en ese instante donde los transeúntes vieron a la arrepentida esclava abrazarse con fuerza a las piernas de su Amo mientras sollozaba pidiendo perdonara su miserable vida y solicitando conocer como era posible que supiera lo acontecido en su ausencia.

Así continuó explicándole el Dueño: “nada más llegar hasta ti, cada parte de tu ser me mostraba los deseos que habían sido profesados, a cuales de ellos habías renunciado en post de la obediencia que me debes y a cuales había sucumbido tu débil cuerpo. A medida que fueron pasando los días, las señales que tu misma me ofrecías mostraban la evidencia de tu desidia, y como a pesar de mis esfuerzos por corregir tu conducta obtenía un mayor desafío de parte de la que se supone debe servirme”.

Entre sollozos, la esclava expresó: “permítame mi Dueño comprender como es posible que sepa, si no estaba presente lo que esta infame esclava realizaba en su ausencia”.

Insistió el Dueño: “tu me lo dijiste, más no con palabras como las que ahora intercambiamos, sino mediante la expresión de tu cuerpo y de tu alma que inquietos se mostrabas a mi llegada y todo tu afan por amansar tu desazón, resultaba una muestra clara de que no ocupabas el lugar para el que viniste a servirme”

En un último intento por conseguir salvar la vida que no le era propia, la esclava dijo “permítame oh mi Señor! pagar con sangre mi culpa, que mi cuerpo y mi alma sufran el tormento de sus manos para que consiga de ese modo su perdón, oh mi benefactor, oh mi justo y adorado Amo!”

La sentencia con voz firme fue pronunciada por el Amo “pagaras por ello, no me cabe duda, mas no olvides que el Amo todo de ti lo sabe, pues no guardas secretos en tu ser que no me sean revelados con tan solo mirarte”

Así partieron hacia su morada, no conociéndose a partir de ese momento lo acontecido con dicho Dueño y dicha esclava, mas en todos los mercados se conoce la historia del mercader y su esclava, del Amo que todo lo sabe de su sierva y así, como hoy os lo he contado, es narrado una y otra vez.


1 comentario:

  1. ES UNA GRAN HISTORIA,,,, QUE ME HA GUSTADO MUCHO. LA ESCLAVA QUE NUNCA PUEDE ENGAÑAR A SU AMO.

    UN BESO DANA!!!

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