Dolorida quedó su alma por el fallo cometido, sabiendo incluso merecer un duro castigo, fue aleccionada duramente, y avisada nuevamente de que la paciencia de quien enseña tiene límite, y que la comprensión se convierte en debilidad en el aprendiz.

Agradecida, recogida, medita su fallo, y desea aplicar toda su lucha en no defraudarse a si misma volviendo a cometerlo ni defraudar a quien la enseña.

Grabará a fuego sus palabras para que no olvide su lección y en sus nalgas el castigo para que las recuerde con avidez, cuando la tentación surja de nuevo.