Pleasure Shelter: Víboras escarmentadas

viernes, 13 de julio de 2012

Víboras escarmentadas

Cansada estaba ya de tanta manipulación y engaño, cuando mi único pensamiento ante cada absurda palabra que salía de sus bocas era darles su merecido, que alguien las pusiera en sus sitio y se dejaran de elucubrar dedicándose únicamente a sus quehaceres.

Cuanto más avanzaba la reunión más claro tenía que todas ellas se estaban comportando como víboras egoístas y no como mujeres maduras y sensatas.

Eran niñas malcriadas capaces de hacer la jugarreta más sucia a la que tenían a su derecha por tal de salirse con la suya. 

Se alargaban las burlas, las discusiones, cada vez más tonterías salían de sus sucias bocazas, cuando decidí pasar a la acción.

- Chicas esto se alarga demasiado y tendríamos que suspender la reunión. ¿Que os parece si quedamos para tomar un cafelito después de cenar y lo hablamos más tranquilamente?

Con el ambiente caldeado y todas deseando largarse, imagino que para seguir criticándose en pequeños grupitos, dimos por concluida la reunión. Quedamos a la noche después de cenar en mi casa, puesto que quedaba en un punto intermedio y allí podíamos estar tranquilas y acabar de decidir, o eso creían ellas.

Mis pobres "amigas" desconocían lo que ésta noche les esperaba, pero no iban a tardar en descubrirlo.


Estaba yo tranquilamente cenando con mi Señor, disfrutando de una de sus especialidades, cuando pregunté si le apetecía un postre especial esa noche, y le conté mi perversa intención, a la que por supuesto, accedió encantado y presto a disfrutar de todo cuanto fuese a suceder. Solo pidió que no me mantuviera al margen, sino que disfrutase también de la velada.

Me vestí con mi uniforme, y por supuesto el collar bien ceñido a mi cuello.

Llegó la primera de mis amigas, quedándose blanca cuando me vio con tal atuendo, el cual excusé diciendo que solo era un juego para relajarnos todas, cerrando la puerta tras de ella.

La llevé a una habitación, diciéndole que se pusiera cómoda que nada sucedería que la pudiera dañar, solo debía dejarse llevar y acabaría relajadita, se lo podía asegurar.

Llegó la segunda y la tercera antes de darme tiempo a cerrar la puerta. Igual que a la primera las conduje a una habitación, perplejas por mi indumentaria se miraban temerosas.

Llegó la cuarta y actué del mismo modo. 

Las tres habitaciones de nuestra casita estaban ocupadas por las cuatro amigas atónitas por lo que acababan de ver y asustadas por lo que podría producirse a partir de ahora. 

Fui visitándolas, sirviéndoles algo de beber, algo para picar y haciendo que el tiempo pasara para que se sintieran mucho más intrigadas por todo aquello.

Se fueron relajando, pensando que era tan solo una broma de amigas, que me estaba quedando con ellas, y poco a poco empezaron a bromear conmigo, picándome como verdaderas entendidas, diciéndome si ahora sacaría el látigo, si las ataría, si las castigaría por ser unas niñas malas...

Cada vez las bromas subían más de tono, y así lo permitía, hasta que se habían olvidado por completo de que podía no estar bromeando.

- Venga chicas, ya estamos mas distendidas, vamos ahora todas juntas a la sala y disfrutemos de una excitante velada, les dije con mirada picara.

Ya en el salon, entre risas y jugueteo, las até a las cuatro sillas, situándolas en semicirculo dejando la columna en medio y me fui sigilosamente, dándoles de nuevo tiempo para que la incertidumbre y la curiosidad se apoderara de ellas.

Sus risas nerviosas inundaban la sala mientras en la habitación de al lado permanecía yo postrada ante mi Señor, que ataba mi cadena al collar. Salimos de allí para entrar junto a los pies de mi Señor gateando con elegancia y tranquilidad en la sala contigua.

Ojos atónitos y silencio sepulcral mientras mi Señor me ataba a la columna, y como su orgullosa esclava le ofrecía mi cuerpo para ser azotado, para ser pinzado, sodomizado, usado y todo cuanto deseara.

Me olvidé de que estaban allí, centrándome en el momento que vivía con mi Señor, pues aunque lo disfruto siempre exige de mi una gran concentración, para darle lo mejor de mi misma y para disfrutar así de mi entrega y Su orgullo.

Me acarició, me besó y susurró en mi oido "buena chica mi esclava".

Al girarme para verle la mirada, sonreírle y besarle en los labios, las vi allí sentadas inmóviles como estatuas de piedra, con lágrimas en sus ojos y esa respiración agitada que no sabía si era de temor, de excitación o quizás de ambas cosas a la vez.

Mi Señor, con voz firme y mirandolas fijamente a una y a otra dijo: 

"Quien será la siguiente? me ha parecido entender que estáis necesitadas de disciplina".

Sólo lloraban, sólo temían verse en esa situación que habían presenciado, solo deseaban no haber entrado nunca en ese lugar, hasta que una de ellas suplicó poderse ir, suplicó que la soltara, diciendo que nunca más lo haría, que se portaría bien y así podría saberlo por mi.

Las otras tres contagiadas por el pánico de la primera sollozaban mientras me miraban compungidas, estando yo todavía atada a la columna ante ellas.

Mi Señor se acercó por detrás de la silla a desatar a la primera y asustada entonó también sus súplicas, y así una a una las fue desatando a todas.

- "Podéis iros, les dijo, ya os dijo mi esclava que no sucedería nada que no quisierais, y no seré yo quien os obligue a ello. Habéis visto que mi sierva se me ha ofrecido orgullosa, y eso es lo que ambos deseamos, pero no olvidéis que si vuestra rebeldía os pide ser saciada, siempre podréis probar mi dulce fusta", decía mientras sonreía sarcásticamente.

Tres de ellas salieron despavoridas de la casa, mientras una se quedó paralizada observándome. Se acercó a mi lentamente y me dijo: 

- ¿Estás bien dana? ¿te duele mucho?
- Amiga, no sufras, nada me duele, al contrario, soy feliz entregando mi ser a mi Señor.

Girándose hacia mi Señor le dijo:

Perdóneme, no entiendo nada de esto, no se siquiera si lo que le voy a decir puede ofenderle, pero aunque me siento muy avergonzada siento una curiosidad terrible, pues aunque sé que debe doler, he visto en dana el placer del ofrecimiento, el gozo de servirle y el amor que le profesa. ¿Me permite probar que se siente de su mano?

No podía creer que mi amiga estuviera diciendo eso, pero parecía que de verdad sentía esa inquietud, aunque desconocía el alcance de su sentimiento.

- dana, me dijo mi Señor mientras me desataba, acompaña a tu amiga, ponle algo bonito que la ayude y tráela de nuevo aquí, ayúdale en todo cuanto tu sabes para que sepa servirme.

Así lo hice, la llevé conmigo a la habitación, abrí mi rinconcito secreto y le mostré aquello que tanto deseaba ver dejándola que eligiera lo que la hiciera sentir mejor.

Quédate conmigo dana, no te vayas por favor, quiero probar pero tengo miedo, dijo mi amiga con esa mezcla de ansia y miedo.

- Nada te sucederá, siempre que tu quieras puedes parar y no pasa absolutamente nada.

Mientras se vestía, se maquillaba y le abrochaba las botas altas, le hablaba tranquila, explicándole las cuatro cosas mas básicas, sobretodo para que se sintiera segura como yo sabía que lo estaba.

- Aquí la tienes mi Señor, dije mientras entrabamos en la sala de nuevo.

Hizo que se pusiera de rodillas delante de la silla donde había estado sentada, que la observara dejandose llevar por el deseo que estando allí se habia apoderado de ella como para desear ocupar mi lugar. 

Él se paseaba lentamente acariciandola con la fusta, recorriendo su cuerpo, observando sus reacciones y viendo como el deseo se convertia en lujuria y pedía más en su silencio.

Yo permanecía en mi posición como mi Señor deseaba que esperase, mirando de reojo cuanto sucedía.

Mucho tiempo pasó tan solo dejando que las sensaciones la abrigaran, cuando le dijo que iba a probar la fusta, que iban a ser tan solo nueve azotes, pero que podía pararlo en cualquier momento.

Con las manos apoyadas en la silla, las piernas separadas y sus nalgas ofrecidas a la fusta de mi Señor, empezó con los nueve azotes anunciados.

Uno tras otro mientras ella se estremecía mordiéndose los labios marcaban sus nalgas, y aunque quiso esquivar los últimos, su sexo estaba perlado por la humedad del deseo, mostrando cual era su realidad en el momento.

- Es suficiente, dijo mi Señor. Prometí que serían tan solo nueve y eso es lo que hoy te llevas de mi.

Se retiró mi Señor, acariciándome mis nalgas antes de salir de la habitación, indicándome así que podía abandonar mi posición.

Fui hacia ella, la abracé y lloró abrazada a mi como una niña desconsolada. Entendí a la perfección esas lágrimas, pues había dejado en esos momentos mucha tensión, mucho desasosiego y había abierto una puerta que ya jamás podría volver a cerrar.

- Vamos, vístete, comeremos algo y si quieres hablamos sobre ello.

Pidió retirarse, pidió despedirse de mi Señor y agradecerle la oportunidad de conocer algo que siempre había estado dentro pero jamás pudo sacar.

Se fue tranquila, con la serenidad de haberse encontrado a si misma en ese pequeño instante, y sé que a partir de este momento buscará un camino diferente del que hasta ahora había tenido.

No se si os sucede, pero a veces necesitamos que nos muestren nuestra esencia, que nos liberen de los temores y en muchos casos, como me sucede a mí, nos pongan en nuestro sitio.

Un mismo escarmiento, diferentes formas de asumirlo.

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Gracias mi Señor...sabes bien porque....

Te amo.
A Tus pies

Dulces sueños!

2 comentarios:

  1. VAYA MENUDA EXPERIENCIA...
    JAJAJA ME HA DIVERTIDO MUCHO EL PÁNICO DE TUS AMIGAS, QUE SALIERON HUYENDO. PERO TAMBIÉN A RESULTADO MUY LLAMATIVO,,, LA CURIOSODAD DE TU ULTIMA AMIGA,,, QUE A DESCUBIERTO UN MUNDO DIFERENTE,,, LE HABEIS ABIERTO OJOS Y MENTE.

    UN BESAZO DANA!!!

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    1. Las cosas no sin siempre lo que pensamos y a veces la vida nos sorprende mostrandonos caminos distintos, esta en nuestra mano aceptarlos o huir....eleccion de cada uno...

      Gracias por la visita

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