Pleasure Shelter: Entre el blanco y el negro...

martes, 23 de octubre de 2012

Entre el blanco y el negro...


Hoy me siento ante la pantalla desnuda, desnuda como me siento yo, con cierto temor de estarlo pero a la vez feliz de sentir el frío y el calor directamente sobre mi desnudez.

Nadie dijo que sería fácil, más bien al contrario, y realmente no lo está siendo, aunque hay momentos de una alegría indescriptible e insuperable, también hay momentos, muchos, de lucha, de aceptación y renuncia.

Siempre me ha costado alcanzar el gris, soy de blancos y negros y llegar al punto medio en las cosas no es mi fuerte. Suelo ir de un extremo al otro hasta que se me van agotando las posibilidades y así no tengo más remedio que irme acercando al punto central.

En este momento que vivo, me siento dando bandazos entre el negro y el blanco, sin acabar de posicionarme en un lugar, probando un instante aquí y en el siguiente allí, buscando la forma de estar estable entre esos dos colores.

Aunque en algunos momentos, sobretodo cuando he dado algún pasito, me siento fuerte y segura, en otros me siento absurda, ridícula, luchando contra una fuerza mucho mayor que yo, y busco mecanismos para que su fuerza no me arrastre o no poder recular, como un ancla que me obligue a permanecer firme en mi decisión y me haga parar de deambular entre mis temores y mis ganas.

Ésta es una decisión personal, algo que hago por mi misma y como tal debo enfrentarme. Mi mayor miedo ahora mismo es mi hermetismo, es caer de nuevo en el silencio y dejar que el poso vaya quedando en el fondo hasta que vuelva de nuevo a ahogarme.

Ya he pasado por eso, y puedo asegurar que es el negro más negro que existe, sin pizquita ninguna de luz, pero... mi tendencia es esa. El miedo, la vergüenza y mi inseguridad hace que prefiera pasar cosas como ésta en soledad, y eso precisamente no significa enfrentarme sino que puedo acabar por guardarlo en cualquier rincón creyendo que así es mejor.

Ahora tengo claro que es "el momento" y por lo tanto no puedo volver a apartarlo de mí, sino que tengo que enfrentarme de una vez por todas para superarlo y poder volar sin esta pesada carga...y ahí es donde mi extremismo entra de nuevo en acción, y me paso al otro bando.

Sabiendo del apoyo de mi Señor, me vuelco en Él, me agarro como una cría pequeña a la pierna de su protector y no lo suelto para nada. Muchas veces siento que necesito ese agarre, que me faltan las fuerzas y otras veces es una arma personal para no tener más remedio que seguir, pero la realidad es que no debo hacerlo, no porque mi Señor no esté ahí para ser mi apoyo, sino porque es algo que tengo que luchar por mi misma, sino es cambiar una dependencia por otra, no superarla.

Sé que para Él está siendo tremendamente difícil empujarme y soltarme de Su pierna, que sabe que tengo miedo, que hasta mi cuerpo reacciona de modos inesperados, que en muchos momentos me siento perdida entre las emociones, confundida y me choco con las paredes sin encontrar la salida, buscando la luz que desprende para ver en mi oscuridad.

Él me ha mostrado el fallo que estaba cometiendo, trabajándome esa dependencia. Así me enseña que cree en mí, que me ve capaz y que me deja en mi soledad para que me enfrente a mis propios demonios y encuentre el arma adecuada para combatirlos.

Confieso que cuando se alejó tuve miedo, sentir como se marchaba y me dejaba rodeada del silencio me causó dolor,  me sentí completamente ridícula al haber mostrado mi interior en ese momento y creí que había hecho mal, porque me invadió la vergüenza al verme sola y desnuda.

En ese instante, decidí aprovechar el momento, y ante mi soledad y desnudez darme un largo baño, relajarme, pensar y buscar ese dichoso gris que tanto me cuesta ver. Me calmé, y empecé a ver lo sucedido de otro modo, sentí que había hecho bien, que hice lo que debía, pero había un concepto equivocado, cometí el error de volcarme en exceso sintiéndome débil e incapaz sin Su guía.

A simple vista parece práctico, y todos creo que aprovecharíamos una ayuda tan valiosa, pero, si lo piensas fríamente, aunque es imprescindible tal apoyo, no caminar por uno mismo y dejar que te lleven en brazos puede causar, a la larga, más perjuicio que beneficio, porque nunca aprenderemos a hacerlo y cada vez haremos menos por nosotros mismos.

Hay que evitar ese tipo de acciones, y pondré de mi parte para dar mis propios pasitos, y espero no pasarme ahora al otro bando y encontrar el gris adecuado.

Y ya que estamos de confesiones, cosa que me va bien a mi para darme cuenta y quizás a alguien más que pueda encontrarse en una situación parecida, otro de los errores que estoy cometiendo, es el hecho de ser permisiva con ciertos hábitos que no tengo permitidos, escudándome en mi propia pena, en mi nerviosismo o mi falta de control.

No quería verlo, porque soy una comodona, y nada más fácil que excusarme y seguir en aquello que sé que no debo. Puedo, y lo haré, o mejor dicho...no lo haré más y si caigo volveré, hasta que el hábito que está enraizado sea erradicado.

El trabajo es duro, pero cuando dé sus frutos me alegraré de haberlo trabajado...

Gracias mi Señor, por escuchar mis vergonzosas propuestas, por valorar mis esfuerzos y por tomar la difícil decisión ante lo que debo trabajar.


No hay comentarios:

Publicar un comentario