Suspiro de cesión...

Debe ser que las musas me han abandonado, o que la magnificencia de Tus palabras otorgan un irrisorio valor a las mías, pero no soy capaz de encontrar el modo de expresar aquello que siento, de exponer esas sensaciones que si no fuesen reconocidas pensaría que duelen, pero no lo hacen porque conozco lo que significan, sé porque se manifiestan de ese modo y ya no me asustan, más bien al contrario.

Puede ser que me haya acostumbrado, no sé si mal o bien, a mostrarlo de otro modo, y aunque la necesidad que siento sea exactamente la misma, o incluso un poco más, ya no me basten las palabras para presentártelo, y conociéndote ya algo mejor, sepa que tampoco éste es el método que Tu elegirías...

Sé que lo hago a diario cumpliendo lo que debo, que no es cuestión de sobrecargar un momento, que el movimiento continuo en la dirección adecuada es el que marca la diferencia, y aunque practico con conciencia todo aquello que es mi deber, en el sino de mi esclavitud también existe el suspiro del sometimiento, el deseo del sacrificio, y asumiendo tal necesidad por mi parte, sin avergonzarme por reconocérmelo, trabajo para que esa avidez no desoriente mi rumbo.

Son tantas las tentaciones que evidencian mi escasa entrega que no puedo menos que continuar suplicando Tu instrucción, que me permitas observarte a cada paso para aprender a servirte y que, en cada uno de mis tropiezos, sea Tu dulce firmeza la que equilibre mi eje, para siempre permanecer tras de Ti.

Percibo con intensidad la llamada de la cesión, cuerpo y mente se alían suplicando Tu posesión, y aunque no encuentran forma de mostrar su pacto, permanecen en sumisión como muestra de su rendición, convirtiéndose así en su mayor victoria.

Negadas palabras que no revelan mi sentir, pero...¿acaso importa como lo escriba cuando Tu sabes como lo siento?