Un rato de reflexión me dice que descuidé las señales que en mi misma debí ver y también las que sin duda me debiste dar antes de que Tu voz se volviera oscura, penetrando en mi ser por los infinitos canales que en este tiempo has labrado, zarandeándome en la angustia de la advertencia y dándome la oportunidad de reconducir mi actitud y evitar así el dolor de la imposición del correctivo.
Agradezco ese gesto tan generoso, mi Señor, pues sé que con ello tampoco lo pasas bien pero lo haces por mi, para centrarme y así ayudarme a sentir como sabes que tanto disfruto.
No lo deseo mi Señor, más bien lo temo, pero aún así, sabiendo que sería merecedora de ello por mis descentres, por mis descuidos y por mis excusas, si crees que puede ser bueno para nosotros, acojo con convicción, con agradecimiento y orgullo la sanción si así lo estimas oportuno.
Postrada a Tus pies, ofrecida, esperando sin más pretensión que obedecerte y servirte...
Así quedo, por y para Ti...
Gracias mi Señor
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